Normalmente se promueven objetivos que consisten en disminuir el costo de “algo”. Tomemos por caso el costo de mantenimiento de una planta cualquiera. A todas luces parece un objetivo muy lógico ¿verdad?
¿Pero realmente cual es el costo que verdaderamente necesitamos minimizar o mejorar en este caso?
Aquí existe la magia del costo visible sobre aquel oculto o poco visible para algunos ojos. También una parte de esta actitud de recortar los costos de aquello visible, proviene de la tradición —con su herencia reflejada y amparada a través de los vistosos y aparentemente infalibles sistemas contables clásicos.
En el caso que usamos de ejemplo, el costo de mantenimiento es posible disminuirlo, como meta en si mismo, siempre que las componentes del costo por perdidas que puedan ser controladas por las acciones de mantenimiento, se encuentren identificadas y localizadas dentro de “valores aceptados y aceptables” para la organización. O, en otro extremo, cuando existan acciones de mantenimiento que generen costos sin actuar efectivamente sobre la pérdida asociada y sus consecuencias.
El costo de mantenimiento existe, porque sin mantenimiento no puede existir la organización competitiva. Si no hiciera falta con seguridad que los accionistas de cada empresa habrían despedido al señor mantenimiento. El mantenimiento existe porque existe el deterioro, porque existe la pérdida de funcionalidad, porque existen los problemas de operación, porque existe la degradación; todo lo cual provoca pérdidas que generan costos y consecuencias mucho más significativas que aquel costo destinado a mantener estos fenómenos bajo control o eliminarlos.
El costo de eliminar una pérdida particular es un aspecto considerado en lo que se denomina costos de prevención en contraposición a los costos por perdidas y defectos crónicos. En este punto puede ser importante llamar la atención sobre un proceder común. Se trata de considerar dentro de los costos de prevención, costos generados por la aplicación de enfoques reactivos pensándose que en ello consisten los costos de mantenimiento.
¡Nada más lejos!
Confundir minimizando el costo de mantenimiento —que forma parte indiscutible de los costos de prevención— con el costo de no mantener adecuadamente, es confundir el cielo con la tierra, el mar con el desierto, es tomar el rábano por las hojas, es confundir el efecto y la causa, es —en fin— querer ganar perdiendo más. ▲
@lsexto
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