Cuando hay organizaciones que históricamente han mantenido una cultura de corrección, el personal de esa organización llega a creer en serio que los sistemas están fallando demasiado y cuesta trabajo reconocer que el fallo sistemático es el resultado (efecto) de las políticas correctivas (causa) que están fuera de lugar y generalmente lo están.
Casi siempre sucede que somos parte de alguna de estas organizaciones (¿coincidencia?) y, por tanto, si tuviéramos la posibilidad de cambiar algo, deberíamos adoptar una política que sea capaz de asimilar, al menos, la parte positiva de las despiadadas, costosas y tradicionales políticas correctivas impuestas o autoimpuestas. El paso inicial que habría que proponerse es frenar la acometida de la degradación. Es decir, de lo primero que se trata es de detener el deterioro (acción correctiva o ¡corrección! ¡Lo que mejor se hace en muchas partes y la razón por la que muchos hasta sienten orgullo!).
Cuando se llega a esta conclusión se puede afirmar que estamos en la etapa del despertar. Existe la conciencia de hacia donde llegaremos de continuar como vamos y con ese ritmo de disfuncionalidad galopante. En este punto se sabe que hay que detener la situación o la organización incluso podría verse comprometida en el cumplimiento de su misión y en su existencia misma. Este paso puede ser el más claro, pues se trata de hacer lo de siempre, pero esencialmente mucho más que siempre. Lo que sigue es lo que provocará la diferencia…
El segundo paso sería evitar la reincidencia de aquellas políticas y actuaciones que condujeron a la degradación no controlada. Aquí hablamos esencialmente de instaurar una política preventiva. Lo que equivale a comenzar a transitar por el camino de la calidad (de los síntomas a las causas, de las causas a las soluciones). La calidad en cualquier organización, y en cualquier parte del mundo, se soporta sobre la prevención. Evitar la reincidencia es prevenir. Lo que trae por corolario que si no hay una política preventiva, se regresará sin duda al estado de cosas del cual pretendíamos alejarnos. En esta fase se evita la inconformidad con la previsión y con el control.
Naturalmente, bajo ninguna condición el control por si mismo conduce al desarrollo. Por ello, se necesita que junto a la política preventiva y su control, se proyecte la política que será la encargada de perfeccionar el status alcanzado. Algunas fuentes llaman a esto política mejorativa. En esencia, no importa el nombre. Lo básico es que se necesita una proyección que haga valer el principio de mejora continua en la gestión de calidad. Hablamos que tampoco sería suficiente entender la prevención como estática, sino que hay que combinarla con aquella que la perfecciona, que la mueve, que la hace ajustarse a los nuevos y crecientes requisitos. Hablamos de mejorar el desempeño. Con esto, podría (se trata de una posibilidad) haber una salida de esperanza para aquellas entidades y personas que se hallan entrampadas en organizaciones, con respiración artificial, poco o nada competitivas, a punto de colapsar o que navegan a la deriva, abrumadas por las urgencias de sobrevivir.▲
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